domingo, 31 de octubre de 2010

Festival de fútbol


No se había visto tal nivel en Champions League esta temporada. El Arsenal recibió al Shakhtar Donestk en un partido que se antojaba difícil pues el nivel mostrado por el equipo ucraniano había venido siendo bastante alto. Los de Lucescu salieron al campo sin su mejor jugador, el ex-Gremio Douglas Costa, apostando por una transición defensiva organizada, en lugar de por el talento en la transición ofensiva. Aún así, Lucescu alineó al también brasileño William en banda izquierda, esperando poder descansar en la pausa del ex-futbolista del Corinthians. Un planteamiento conservador, aunque inteligente, que fue totalmente desarticulado por los `Wenger Boys´.

Wenger había decidido encarar el partido con sus cinco centrocampistas, en lugar de alinear, como es habitual, a cuatro centrocampistas más un delantero en la banda, ya sea Arshavin por izquierda o Walcott por derecha. La decisión del francés nos permitió ver un festival de fútbol en el Emirates. El Arsenal jugó una primera parte absolutamente fantástica, futbolística y esteticamente, en la que dominó al Shakhtar que nunca logró entrar en el partido.

El discurso del Arsenal estuvo basado en la ocupación de los espacios, tanto con balón como sin él. Sin balón el equipo londinense ejecutó una presión buenísima a la salida del balón ucraniana, específicamente en Rakytskyi, obligando siempre al Shakhtar a rifar el balón, conduciéndolos al error, en el mejor de los casos hacia Luiz Adriano, que desconectado de todos sus compañeros, sucumbía ante la defensa wengeriana. La imagen de desesperación de la zaga ucraniana, que terminaba siempre pasando a Rat para que este lanzara el pelotazo, fue continua a lo largo de toda la primera mitad. Sin hacer un esfuerzo físico desmesurado, el Arsenal ahogó totalmente la transición ofensiva rival, debilitando la defensiva.

Y con balón también fueron un espectáculo. El triángulo Song-Wilshere-Cesc completó una actuación completísima, y muy llena en cuanto a fútbol. Ocupando cada uno un carril distinto, la permuta de posiciones fue continua y muy bien ejecutada. Manejaron un modelo en el que siempre el conductor tenía a uno detrás y otro adelante, en un carril distinto, y siempre libres como opción de pase. Combinaciones rápidas, pausa justa y distracciones en cada segundo que enloquecieron al Shakhtar. Nasri y Rosicky se unían siempre a la fiesta, y el quintero de centrocampistas se movía con total flexibilidad por todo el mediocampo, dando una muestra de talento enorme.

A destacar también la excelente ocupación de los espacios también en zona de ataque. Chamakh salía constantemente a recibir, dejando desocupada la zona del '9', y dependiendo hacia dónde se dirigía a pivotear, Nasri, Rosciky o Cesc (Y como continuación de este Song o Wilshere) ocupaban la frontal o el área, de modo que los centrales siempre estuvieron fijados por alguien, y el equipo siempre tuvo una referencia arriba. Talento y trabajo.

Por más, el partido se definió muy pronto y el Arsenal terminó goleando con tranquilidad, tanto así que Cesc salió al minuto 60 de partido, con tres goles arriba, y la sensación de victoria y derrota ya circulaba en las caras de los respectivos equipos. A destacar Song, jugador al que personalmente puse en la lista negra de jugadores de la élite, y ha demostrado estar bastante lejos de esa apreciación inicial.

miércoles, 6 de octubre de 2010

El Libertador


Su figura despertó amor y odio a lo largo y ancho de Argentina. Conquistó América, odiado por sus víctimas y amado por aquellos a los que no enfrentó. Se le llama fracasado en Europa, donde su figura despertó los mismos sentimientos. Román no dejó indiferente a nadie, fue demasiado grande para no llamar la atención de todos.

Un lustro de gloria

Desde que fuera extrañamente sacado del mundial de USA en el 94, el fútbol argentino se embarcó en la búsqueda de los herederos de D10S, búsqueda de la que hoy queda una lista interminable (Juan Sebastián Verón, Ortega, Gallardo, Ibagaza, Aimar, Saviola, el propio Riquelme, Romagnoli, D'Alessandro, Tévez, Lavezzi, Messi, Aguero, entre otros) de la que se pueden destacar realmente sólo dos nombres y dos hechos que marcaron la relación con Diego. Uno es obviamente Lionel Messi y su gol al Getafe, cuasi calco del de D10S a los ingleses, y el otro es Juan Román Riquelme. Román había debutado el 10 de Noviembre de 1996 en Boca Juniors, un año después, el 25 de Octubre de 1997, durante el superclásico, con el marcador 1-0 a favor de River, Héctor Veira, entrenador de Boca en aquel entonces, sustituyó a Diego Maradona, en lo que sería el último partido de D10S como futbolista profesional, por un joven Román Riquelme. Esa sustitución marcó el relevo generacional entre el que había sido el mejor jugador argentino durante las dos décadas anteriores (Entre otros honores, como mejor jugador de la historia) y quien fuera el mejor jugador argentino de la década subsiguiente (Entiéndase 1997-2007). Entre el hasta ese momento mayor ídolo de Boca Juniors y el que es hoy día máximo ídolo de la historia xeneize.

Tras la salida de Diego la responsabilidad cayó en Román que, con 18 años, se vistió con la 10 de Boca y, con la llegada de Bianchi, Román tomó el papel protagónico, llevó a Boca a ser campeón invicto, se convirtió en el mejor jugador del torneo e inauguró el tridente ofensivo más importante de la historia reciente del fútbol argentino: Riquelme-Schelotto-Palermo. De ahí en adelante Riquelme tocó la gloria con los pies. La Libertadores conoció al mejor jugador de su historia reciente, la primera versión del Real Madrid Galáctico de Florentino Pérez sucumbió ante el fútbol de Riquelme en uno de los partidos más bonitos que quien suscribe ha visto, River Plate sufrió humillaciones que un par de años antes, mientras Francescoli besaba la Copa Libertadores, nunca pensó que Boca le podría propinar, los Brasileros, reyes del fútbol, bajaban la cabeza y cambiaban de tema cuando les mencionaban el nombre de Román. Riquelme era el sucesor de Maradona, el heredero del 10, dueño de Boca, del balón, de los aplausos, de la prensa, de las ovaciones, de los títulos, de los rivales... Era la cima de su carrera, y estaba destinado a bajarle el ritmo al fútbol europeo.

Lo que nos quitaron

Comenzaba el clausura 2002, Riquelme estaba a un par de meses de cumplir 24 años, estaba en la cima de su carrera, era ídolo de todos. Sin embargo, las cosas en la Bombonera ya habían empezado ponerse sombrías. El plantel estaba peleado con la dirigencia, Bermúdez, el capitán, con Macri; Bianchi, el virrey, con Macri; Riquelme, el 10, con Macri. Perdieron la Intercontinental ante el Bayern Munich con gol de Kuffour, y Bianchi renunció. Boca se vino abajo, Riquelme tuvo problemas personales (Secuestraron a su hermano), y la tensión era evidente. La Libertadores, que había sido la casa xeneize durante las dos últimas temporadas, también los abandonó y cayeron eliminados en cuartos de final ante el Olimpia de Paraguay. Su ciclo en Boca había terminado.

El verano de 2002 fue fatídico para Riquelme, el fútbol y nosotros los aficionados. Román tuvo la mala suerte de que el momento en el que se suponía que terminaría de explotar, se consagraría como uno de los más grandes, le bajaría el ritmo a Europa y ganaría un Balón de Oro, coincidieran con la presencia de Marcelo Bielsa en la selección Argentina y de Louis Van Gaal en su llegada a Barcelona. Bielsa y Van Gaal, tan parecidos como geniales, compartían y comparten, además de ideología futbolística, su no gusto por el fútbol de Riquelme. Román no fue al Mundial 2002 ni hizo parte del proceso, a pesar de ser claramente el mejor 10 del país y de ser pedido por todos. Ese fue el primer gran golpe que nos privó de Juan Román, en plenitud de fútbol, en la máxima cita futbolística.

Durante su estancia en Barcelona, Riquelme nunca llegó a jugar de '10', y fue reciclado a una lucha por el interior izquierdo con Luis Enrique, lucha que perdió por obvias razones. En primer lugar, Riquelme es un futbolista muy definido, y su adaptación a posiciones y peticiones que no hacen parte de fútbol le es casi imposible. En segundo lugar, la lucha por el puesto se vendió en la prensa como la lucha entre el bluff argentino que llamaban "El nuevo Maradona" y uno de los ídolos de la afición. La situación llegó a tal punto que Riquelme sólo jugaba partidos fuera de casa. Van Gaal se había cargado futbolística y mediaticamente a Riquelme, y ni siquiera la llegada de Radomir Antic logró cambiar la dinámica de la situación Riquelme. La llegada de Laporta, Rijkaard y Ronaldinho en el verano de 2003 terminó de sellar la única oportunidad de Riquelme en la gran élite europea. Sólo había sitio para un R10 y el Barcelona decidió cederlo al Villarreal, su otro equipo en el viejo continente. Cuando otros tuvieron varias oportunidades en clubes grandes, Juan Román sólo tuvo una.

La redención

Llegó Riquelme al Villarreal para la temporada 03-04, y, con Pellegrini de entrenador, Riquelme llevó al Villarreal, un equipo que hace poco más de una década navegaba por la categoría de bronce del fútbol español, en la tercera fuerza futbolística de España, o cuarta si se considera que el Sevilla de Juande Ramos se ganó esa plaza. Más allá de eso, el Villarreal se convirtió en un equipo que jugaba muy bien al fútbol, y además lo hacía bonito. Riquelme era el amo del equipo, como en Boca, jugaba de 10, como en Boca, y se ganó el cielo. Compitió en la élite con el Villarreal, emulando a Maradona y su Napoli, y sólo el destino le quitó la oportunidad de jugar la final de la Champions en el 2006. Riquelme dejó una de las actuaciones más brillantes en la historia de la Champions League en la eliminatoria ante el Inter de Milán, al cuál "merendó" con base en su riquísimo fútbol, su pausa y inteligencia.

En 2004, además, recibió con gozo la contratación de José Pekerman, quien fuese su entrenador cuando Román era tan sólo un juvenil extremadamente talentoso y no el rey de Boca, como seleccionador argentino. Con Pekerman en la selección, Riquelme tuvo su redención en la selección y, aunque ya lo mejor había pasado, Román no tuvo miedo de enfundarse la remera albiceleste y volver a hacer temblar brasileros, y hacer soñar a los argentinos con la consecución de un Mundial 20 años después. Alemania 2006 los recibió, pisaron fuerte, jugaron bien, y Lehman, quién un par de meses atrás había atajado las esperanza de Riquelme, volvió a detener el sueño riquelmiano. 

La última bala la jugó en su casa, en Boca. Peleado con Pellegrini y Fernando Roig, Riquelme volvió a Boca en 2007 para volver a acariciar la gloria. Con 29 años, con menos alegría, con evidente nostalgia en su mirada, Riquelme volvió a pisar la Bombonera y volvió, como siempre, a dominar la Libertadores. Brasileros, como siempre, cabizbajos aceptaron la vuelta del 10 y perdieron la final de la Libertadores. Fue la despedida de Riquelme, que dejaba el trono a Lionel Messi.

El futbolista

Riquelme es un genio. Es lo primero que cabe aclarar. Se trata de un jugador brillante, monumental, el segundo mejor jugador argentino después del retiro de Maradona, sólo tras Messi (Opinión personal que puede ser bastante discutida). Existen muchos mitos acerca de Riquelme y es mejor comenzar a aclararlos. Riquelme no es un "pecho frío", de hecho lo mejor de su fútbol lo hemos visto en momentos en los grandes acontecimientos (Libertadores, Champions, Intercontinental), a pesar de que nos perdimos a Riquelme en el Mundial 2002. Riquelme no es un jugador que sólo funciona si los equipos juegan para él. Es un mito creado por su fracaso en Barcelona. Riquelme es un jugador contextual, de los más contextuales que pueden haber. Toma la pelota y hace girar la posesión a través de él, y sus entrenadores, salvo Van Gaal, decidieron crear el equipo en torno a él, hacer de su equipo la extensión futbolística de Riquelme. Riquelme no es lento ni agrega lentitud a sus equipos, de hecho, su fútbol es ágil y una de las virtudes de Riquelme era el regate.

Aclarado eso, hay que decir que Riquelme es la definición futbolística del '10', y, que en el diccionario, cuando buscas la palabra "Enganche" sale una foto de Juan Román al lado. El fútbol de Riquelme está en el centro del campo, creando líneas de pase hacía él y aprovechando su superlativa capacidad asociativa para absorber posesión, hacer circular el balón a la velocidad y en la dirección que el considerada adecuadas, siempre decidiendo bien, y darle ventajas a su equipo desde el balón. Riquelme es un maestro para localizar una zona muerta del mediocampo, posicionarse ahí y hacer de desahogo para quién lleva el balón. Además de que es uno de los jugadores que sustenta la teoría del balón bien perdido (La perdida de la pelota se asume y, por ello, se trata de perder el balón en lugares desde dónde sea más fácil defender).

Para ello Riquelme goza de una capacidad técnica asombrosa. Cuando recibe controla, muchas veces de espalda, la pisa, la esconde, la mueve... Y no la pierde nunca. Atrae rivales y cuando parece que la va a perder, ahí siempre aparece la punta de su pie para ganar la pelota. Su equipo se desahoga y descansa, y si la pierde defiende fácil, aunque nunca la pierde, y si la gana los espacios aparecen y la ventaja se crea. Su ritmo es lentísimo, a una velocidad a la que los defensores no llegan, y se ven desbordados ante ella. Va de muy a lento a lento, y gana en el regate ante infinidad de piernas rivales. Usa cualquier recurso para no perderla, gira sobre si mismo, tira caños, se apoya y luego recibe, y además el rival siempre tiene latente la amenaza del pase, en largo o en corto, o del disparo seco a gol. Riquelme los desquicia, los saca de posición, los desordena y, luego, sólo, luego, ya con el sistema rival totalmente desarmado, cambia de frente, o mete un pase al vacío o saca su disparo letal. El rival no le puede regalar medio metro a menos de 25 metros porque la amenaza de gol es latente.

Riquelme también es un especialista a balón parado. Su capacidad para provocar faltas era inmensa, aguanta entre varios rivales hasta ser derribado y ganar un libre directo que era medio gol o un córner de esos que Palermo siempre convertía en anotación. Riquelme es el maestro de los tiros libres laterales, desde ahí, sólo "Chiqui" Arce era capaz de ser un peligro gol de tal tamaño. River fue una de sus víctimas favoritas desde esa posición.

Riquelme fue Carlos Valderrama con recursos tecnicos y físico que el colombiano nunca imaginó. Regate en carrera, disparo fulminante y amenaza inminente a balón parado. Darle espacios era letal y los equipos rivales debían trabajar para no dejarlo recepcionar en zonas muertas pues si le concedían ese segundo, Riquelme los desbordaba. Los marcajes individuales eran un banquete para Riquelme, que los sacaba de quicio y de posición, creando un espacio inmenso en la mitad de la cancha para la aparición de sus compañeros.

Y claro que Roman tenía debilidades. Si el rival trabajaba la destrucción de líneas de pase hacia él, si no le regalaba zonas muertas, si le defendían la descarga al primer toque en posiciones atrasadas... Riquelme era exigido, y era menos Riquelme. Aún así, tuvimos la fortuna de presenciar un futbolista enorme, y que además era de esos que en los momentos de inferioridad se crecía y equilibraba fuerzas. Makelélé nunca tuvo una humillación como le propinó Román en aquella Intercontinental.