jueves, 17 de marzo de 2011

Santos sin dirección


El fútbol es de los futbolistas, eso está claro; sin embargo, en Brasil se ha tomado esta sentencia hasta el extremo, y los clubes de ese país han entrado en una vorágine autodestructiva en la que niegan, sistemáticamente, la vital importancia que tienen los entrenadores en la gestión de un equipo de fútbol. El  Santos FC, que, por momentos, fue el mejor equipo de Sudamérica durante la temporada pasada, es el ejemplo paradigmático de lo dañino que es ésta situación.

A pesar de un 2009 bastante decente, y que significó la explosión de Neymar y Ganso, Luxemburgo, uno de los grandes entrenadores brasileños de los últimos 20 años, fue relegado del cargo, y asumió Dorival Junior, quien, con la incorporación de Robinho al equipo, llevó a Santos a un nivel superlativo durante la primera mitad del año. Las partidas de André y Robinho, más la inoportuna lesión de Ganso, dejaron a Neymar como único faro del equipo, pero tras el sonado incidente, que condujo a Dorival a vetar a Neymar del equipo, la directiva santista decidió relegar al entrenador del cargo, en pro de que Neymar volviese a jugar. Adilson Batista fue contratado en su lugar y 11 partidos después salió del club por diferencias con la afición: La inestabilidad como bandera.

Hoy del Santos que maravilló, asombró y nos mostró lo mejor de las dos joyas de la corona, Neymar y Ganso, no queda nada. El equipo, que se perfilaba como uno de los principales candidatos de la siempre difícil Copa Libertadores, está a punto de ser eliminado en la fase de grupos. La inestabilidad en el banquillo y el desprecio hacia sus ocupantes ha pasado factura, y los muy buenos jugadores del equipo no encuentran un respaldo colectivo que los ayude a sacar lo mejor de sí, y compiten gracias a la calidad diferencial de Neymar.

La joven estrella es quien más está sufriendo. Sin nadie que dirija su crecimiento, y lo ayude a adecuar su fútbol a lo que cada partido requiere, Neymar no es más que un futbolista de unas condiciones impresionantes, que genera ventajas que el colectivo no aprovecha, y que te puede decidir cualquier partido, a pesar de que, por momentos, su fútbol llegue a resultar dañino. Sin un entrenador detrás, todo lo que genera Neymar, logrando que el sistema defensivo rival ponga tanta atención en él que libera muchos espacios, el Santos no toma ventaja de ello y, por consiguiente, nunca domina a su rival. Tienen la pelota, pero la transición defensiva es nula, la ofensiva es pésima y en juego posicional está limitado a una genialidad técnica de su estrella. Y eso resulta extremadamente fácil de vencer. Y así ha sido en la presente Libertadores.

Con el regreso de Ganso el equipo gana muchísimo, pues se trata de un futbolista enorme, con muchísimo fútbol y que, todavía sin ritmo, es capaz de generar contextos muy favorables desde su pausa,  una toma de decisiones acertadísima, una capacidad técnica para jugar sin espacios asombrosa, además de la amenaza constante que supone su sentido del pase. Santos suma un nuevo foco de fútbol y de atención a su fase ofensiva, y eso fue lo que les permitió hilvanar varios minutos de dominio frente al Colo-Colo, pero que se acabaron diluyendo ante la debilidad de sus transiciones y lo pobre de su fase defensiva.

El 3-2 final fue un premio excesivo para un equipo que dio la impresión de que cada pérdida podía significar un gol, y que sólo cuando Neymar y Ganso combinaban podían marcar, como acaeció en el segundo gol. La insultante superioridad de ambos jugadores sirvió como único argumento, y ese único argumento pudo resultar, incluso, en goleada del Peixe. Estamos en presencia de dos genios.