miércoles, 22 de junio de 2011

Entorno Cruyff

Hace 25 días el FC Barcelona de Pep Guardiola, y Lionel Messi, ganó su cuarta Uefa Champions League. Hace más de 40 años, las bases de lo que hoy es el primer equipo del mundo apenas nacían. Un par de meses atrás, un enamorado por el fútbol vintage despertó con una idea, quizá absurda, en la cabeza. Revivir los orígenes y el apogeo del llamado "Fútbol Total". Para eso pidió ayuda a otros tres locos y, tras horas y horas de trabajo en la pre-producción, y algo más de una veintena de partidos vistos mediante, el 15 de junio pasado salió a la luz #entornocruyff, y ayer 21 del mismo mes, con la publicación del último de 10 artículos, se dio fin al proyecto. 

#entornocruyff es una obra que rinde culto al fútbol, a su historia y varias de sus más grandes personalidades. Entrar acá es entrar en un mundo diferente,  una obra, modestia aparte, sin precedentes en Internet, al menos de habla hispana, sobre el "Fútbol Total" y todo lo que éste trae a su alrededor. Un trabajo para que tú, enamorado del fútbol, disfrutes.

Contexto

martes, 21 de junio de 2011

El oro para unos, la eternidad para otros


El 7 de Julio del 74’ sirve como referencia histórica para la mejor final de la historia de las copas mundiales de fútbol. Alemania y Holanda, el anfitrión y la selección que tenía como base al club dominador de Europa en aquel momento, fueron, por lejos, quizá sólo acompañados por Polonia, que sería tercera, los mejores equipos del campeonato. Además, contaban en sus filas con los que, a la postre, son considerados como los dos mejores futbolistas de su generación: Johan Cruyff y Franz Beckenbauer.

Holanda salió, como en todo el campeonato, con su 4-3-3, y es un decir porque luego se organizaban como querían alrededor de Cruyff y el balón, conformado por Suurbier, Haan, Rijsbergen y Krol en la zaga, Van Hanegem, Jansen y Neskeens en el medio, y Rensenbrik, Rep y Cruyff arriba. Por su lado, Alemania, que sí tuvo cambios a lo largo del torneo, como ya se ha expuesto en artículos anteriores, presentó su falso 4-3-3 con Beckenbauer, Schwarzenbeck, Vogts y Breitner en el fondo, Bonhof, Overath y Hoeness en el mediocampo, Grabowski y Hoelzenbein en las bandas, y Gerd Müller en punta. Dos constelaciones de estrellas enfrentadas en el partido más exigente.

Y exigente no sólo por el hecho de ser la final de la Copa del Mundo, con lo que eso implica a nivel psicológico y emocional, sino porque ambos equipos ofrecieron dosis de fútbol y de exigencia intelectual difíciles de hallar en contextos similares. No tardaron ni un minuto. Desde el pitido inicial, los agresivos tulipanes decidieron mostrar su cara más conservadora, en ambas transiciones, en parte por propia convicción, en parte por la propuesta alemana de negarles ventajas en la salida desde atrás, y, claro está, la presencia de Franz Beckenbauer en la transición ofensiva germana. Cuarenta segundos después del inicio del partido, Holanda ya se había encontrado con un problema que no estaban siendo capaces de solucionar: Alemania los defendía en todo el campo y no les daba pie a una salida limpia. La solución, como siempre, la propuso Johan Cruyff que abandonó su posición como referencia central del ataque para acudir a la base de la jugada, generando una ventaja posicional y numérica para su equipo, que les permitió dar un primer pase seguro e invadir territorio alemán con tranquilidad y asiduidad. La jugada se repetiría a lo largo de todo el primer tiempo y, en su primera aparición, fue la causa del primer gol del partido tras la estupenda y famosa cabalgada de Cruyff hasta el área que desembocó en el penalty que Neskeens se encargó de transformar en ventaja.

A pesar del 1-0 en el marcador, Alemania no se descontroló y siguió jugando como si nada hubiese pasado. El discurso fuerte del partido estaba en la base de la jugada de ambos equipos. Mientras Alemania defendía el primer pase holandés con fiereza, obligando siempre a Cruyff a salir de su posición de referencia para ir a sumar en la salida, y generar un primer pase limpio, Holanda tomó dos formas distintas de defender la salida alemana dependiendo de quien la ejecutase. Si los locales decidían salir por las bandas, indiferentemente de si era por izquierda o por derecha, Holanda iba y presionaba arriba, pero, si por el contrario, la salida Alemana era por el medio, y así fue la mayoría de las veces, los de Michels empezaban a defender, en el mejor de los casos, en la línea divisoria. El mecanismo de salida alemán daba pie a que su rival perdiera referencias posicionales, además del respeto que imponía Franz Beckenbauer, por lo que esa decisión era acertada. Alemania vaciaba el mediocentro –Que teóricamente era Bonhof- todo el tiempo, y esa zona quedaba muerta. Overath, el interior derecho con alma de mediocentro, y Beckenbauer, se repartían el espacio a placer en la salida y, desde su excelente sentido del pase y la pausa, superaban constantemente la transición defensiva holandesa. Si los tulipanes iban a presionar, eran superados, y si esperaban, desde el “free running” alemán, Hoeness siempre encontraba espacio para recepcionar, girarse y pasar.  El objetivo local de “saltarse” la transición defensiva holandesa, y lograr fases ofensivas largas, se cumplía y, aunque aún no pisaban área, exigían un esfuerzo intelectual, técnico y físico al que sus rivales no se habían enfrentado en todo el campeonato.

Por su parte, Holanda sólo encontraba ventajas en transición ofensiva desde el movimiento de Cruyff hacia la base y desde su conducción. Alemania defendía en todo el campo, cerraba líneas de pase sobre los interiores y no regalaba un espacio en banda. Los extremos abren el campo, sí, pero nunca reciben en posición ventajosa para el 1 vs 1, y, además, sufren la falta de una referencia en el medio pues los obliga a decidir si llenar el espacio o abrir el campo. Neskeens llena tímidamente el espacio del 9, pero el partido exige su presencia en la mitad. Sin 9, exigidos futbolísticamente a crear nuevas líneas de pase constantemente y con el problema de los extremos, Holanda poco a poco pierde dominio del partido. No logran ser profundos, y las pocas veces que logran llevar el balón al área, la técnica defensiva alemana se sobrepone. Los de Schön recuperan cada vez más fácil y su transición ofensiva desactiva la presión ‘Oranje’, provocando una fase defensiva constante, a la que no están acostumbrados, y en la que a medida que pasa el tiempo van cediendo en concentración e intensidad. Reflejo de ello es la jugada del penalty de Jansen –Superadísimo por el partido -, en la que Overath desactiva la presión, manda un pase a Hoelzenbein, quién con todo el espacio del mundo para el 1 vs 1 se mete al área y derribado. Breitner, que también sería un generador constante de ventajas desde su centrocampismo, anotaría el gol del empate.

A partir de ahí, los alemanes pasarían a dominar el partido, siendo esos veinte minutos finales los únicos en los que ‘La naranja mecánica’ sería realmente superada durante el mundial. El empate transmitió confianza a los locales, que se agarraron con más fuerza de su discurso y empezaron a ser más agresivos aún en la transición ofensiva, a posicionarse en fase ofensiva con aún más claridad e instalaron la duda en los hombres de Michels, que no encontraban solución a todos los problemas que les planteaba su rival. Los espacios que, normalmente, son del mediocentro y del ‘10’, eran desocupados por los alemanes, pero activados todo el tiempo.  La falta de referencia en esas zonas confundía todavía más a los visitantes, que no sabían a quién presionar y en qué zonas. El gol de Müller llegaría en una de esas acciones, en la única que tuvo ‘Der Bomber’ en todo el partido.

No obstante, el genio de Michels entraría a pesar en el partido. La entrada de Van Der Kerkhof en lugar del superado Rensenbrik tenía un objetivo: Lograr amplitud y profundidad. Para ello, además, Michels se la jugaría a despoblar el mediocampo, pasando del 4-3-3 inicial a una especie de 4-2-4. Van Der Kerkhof, quién no era un extremo natural, abriría, normalmente, por banda izquierda, bien pegado a la cal y en la línea de la zaga alemana. El jugador del PSV era un futbolista dotado de pausa, capaz de sumar en un contexto de fútbol asociativo, y bastante obediente a nivel táctico. Su inclusión como extremo permitía sumar una opción de pase más al sistema holandés, y abrir de manera mucho menos exigente el campo. Van Hanegem y uno de los dos interiores, en principio Jansen, por ser el menos dotado para el fútbol de posesión, y por su agresividad, llenarían de forma fija  el espacio que dejaba Cruyff en el medio del frente ofensivo. Ese cambio táctico dotó a los visitantes de los dos factores que extrañaron en la primera mitad y, aunque la mitad era menos numerosa, su transición ofensiva comenzó a ser muchísimo más potente, comenzaron a tener más espacios en la mitad y, poco a poco, a meter a los alemanes dentro de su área, desactivando su transición ofensiva y consiguiendo el dominio posicional que habían exhibido durante toda la Copa.


Con ambas transiciones nuevamente funcionando con normalidad, Holanda dominó tal y como ya se había acostumbrado. Desde el dominio posicional en transición defensiva, producto de una transición ofensiva potente, amplia y profunda. Con el paso del tiempo los alemanes aculaban más y más, y sus opciones de contragolpear se limitaban a ninguna. El partido había desembocado en situaciones donde el último hombre holandés se posicionaba a ¡35! Metros de la portería local. Ni siquiera la lesión de Rijsbergen alimentó la confianza teutona que veía como minuto a minuto su rival se posicionaban en su área y creaba una ocasión de gol. La figura de Cruyff, tanto como 9 bajando balones como de lanzador en el mediocampo, se alzó sobre todos menos sobre la heroica y felina figura de Sepp Maier. El portero del Bayern Munich y la selección alemana se encargó, una y otra vez, de ahogar grito tras grito de gol holandés. 

lunes, 20 de junio de 2011

El dueño del fútbol


Pasa como una centella, saltando patadas en el camino, la toca con la izquierda, luego con la derecha y cambia nuevamente de dirección. De repente, se frena y, espalda recta, estático, otea el horizonte, cuero contra cuero,  y pasa la pelota mientras, con ademanes de general en gran batalla, ordena a sus compañeros lo que han de hacer a continuación. Genio. Figura. Único: Johan Cruyff.

Votado como mejor futbolista europeo del siglo XX, aquel chico flaco, cuyo confeso ídolo era el argentino Alfredo Di Stéfano, se adueñó del fútbol europeo en un par de años desde su debut. En su primera temporada como titular habitual, el Ajax ganaría la liga, y como preámbulo de las tres Copas de Europa que conseguiría de formas consecutiva desde la 70-71 a la 72-73, sólo tres temporadas después de su ascenso al primer equipo, llevó a su equipo a disputar una final de Copa de Europa. La revolución había empezado, y la leyenda que ocuparía el trono que había dejado Di Stéfano, ya se estaba forjando.

El resto, lo sabemos todos. Los tres Balones de Oro, su paso por el Barcelona, como jugador y como técnico, su mundial 74’ y la derrota en la final - ¿Qué es más bello que un gran ganador? La caída de un coloso - , la negativa a jugar el mundial 78’, su vuelta al Ajax y su carrera como entrenador, pero ¿Qué es Johan Cruyff, el futbolista? La respuesta a esa pregunta es complicada.

Para empezar, hay que aclarar que Cruyff era delantero, no centro como el finísimo Van Basten, sino un segunda punta como lo es hoy Lionel Messi y, además, como el argentino, desarrolló lo mejor de su fútbol jugando como falso delantero centro. Cruyff partía de ahí, y llegaba a todos lados. Su influencia se proyectaba a todo el campo y, no, no se trata de una recurso literario. Cruyff, salvo quizá su propia área, dominaba el resto del terreno de juego, y su elegante juego pisaba los tres carriles desde la frontal de su campo propia hasta el área chica rival. Cuando uno, acostumbrado al fútbol de hoy, se sumerge en fútbol de ayer, y ve a Cruyff por primera vez, el choque es inmenso e inmediato. El futbolista total asoma, hipnotiza, alegra y sorprende.

¿Cómo defender un futbolista así? Los límites de la influencia de Cruyff simplemente no existían. La marca personal como la que intentó, a medias pues sólo se dio en campo alemán, Vogts durante la final es estéril. El conocimiento del juego por parte de Cruyff es infinito y ante un caramelo así, el ‘Flaco’ elimina siempre al contrario de la jugada, con algún falso desmarque, o bien se lo saca de encima desde su cambio de ritmo. La marca al hombre es inviable y, la marca en zona, al ser su campo de influencia tan vasto, deja siempre lugar a que el genio reciba con espacio. Si Cruyff recibía, su poderío individual era tan grande que plantaba a su equipo en el último tercio de cancha en un par de segundos, tal y como se evidencia en los primeros once minutos del vídeo. El primer paso de Cruyff bien puede ser el más rápido de la historia. Mientras el ‘14’ ya ha culminado el segundo gesto técnico, el contrario apenas está reaccionando. Si bien su velocidad punta, al menos ya en el mundial, no era tan determinante como la de otros futbolistas, la aceleración de Cruyff, y su increíble cambio de ritmo, sumado a su excelsitud técnica y su incalculable talento, hacían de Johan un futbolista imparable e indefendible.

Pero el fútbol de Cruyff no se detiene en su dribbling endiablado y su amplia zona de influencia, basada en su gran conocimiento del juego. Cruyff es director de la transición ofensiva (Ver vídeo desde el minuto 16), ya sea marcando la dirección de la misma desde su posicionamiento en el campo, o bien siendo su ejecutor, y de la fase ofensiva de sus equipos. Además de su fenomenal conducción, Cruyff atesoraba dotes de futbolista cerebro. Cuando Holanda logra fases ofensivas posicionales alargadas, estas giran sobre Cruyff, su sentido y técnica del pase –Con ambas piernas y manejando toda la superficie de ambos pies-, y su inteligencia para crear líneas de pase en todo el campo contrario. Sumado a todo esto, la presencia de Cruyff en el partido era sinónimo de amplitud para su equipo (Minuto 11 hasta el minuto 16). El genio adoraba caer a banda, ya sea en la base de la jugada o en posiciones más adelantadas, para ser, primero, referencia de la transición ofensiva de su equipo, y, segundo, marcar diferencias en zona de aceleración, creando espacios en el medio, driblando defensores o incluso llegando a línea de fondo como un extremo natural. La versatilidad de Cruyff era inmensa.

No obstante, lo más especial de Johan no está en lo anteriormente citado, ni en su talento defensivo, que también lo tiene, sino en su capacidad para ser siempre solución a los problemas que afectan a su colectivo. Recapitulando, además de ser una fuente constante de ventajas desde su conducción endemoniada, su creación de líneas de pase y sus desmarques, ser sinónimo de profundidad y amplitud, y ser director y ejecutor de la transición y la fase ofensiva, desde su multitud de cualidades técnicas y su monumental fútbol, Johan tenía la virtud de detectar los problemas que tiene su equipo y darles solución. El fútbol de Cruyff era, en esencia, eso. El fútbol es, básicamente, un juego de estrategia, de plantear problemas y propones soluciones continuas durante 90 minutos. Dentro de un marco así, un futbolista como ‘Nummer 14’ es, sin duda, el rey; El dueño del fútbol. Este juego se entendía, y se entiende aún, desde los pies, los ojos y las directrices de Johan Cruyff.

¿Y cuáles eran esas soluciones que daba Johan? Aún en la amplitud y complejidad de su juego, cuando uno observa a Cruyff puede encontrar dos patrones que se repiten con más constancia que otros. Detectado el problema, y dentro de la vasta variedad de matices que se encuentran en diferentes partidos de fútbol, Cruyff, normalmente, decidía si pasaba de ser un argumento en la base la jugada, a ser el discurso en la base de la jugada, o bien a posicionarse, totalmente, como delantero centro.


Como 9, dorsal que usó más de una vez, Johan es la referencia absoluta (ver vídeo a partir del minuto 20). Si de falso delantero centro, Cruyff es el punto de referencia de la transición ofensiva, jugando de ariete esto se maximiza. Holanda pasa a un 4-1-4-1, directísimo, rápido y convierte el carril central de una autopista en la que se enfrenta un F1, Cruyff, a un montón de mini-karts, los defensas. Cruyff alarga la defensa rival, da profundidad a su equipo y les da oxígeno desde sus desmarques y la administración del frente de ataque: Holanda siempre tiene una vía para salir hacía adelante. Ya con el balón en su poder, Cruyff se enfrenta a los dos centrales y, a lo sumo, al mediocentro rival. Los laterales fijados por Rep y Rensenbrik están fuera de combate. Muy pocos defensores contra el genio, la adrenalina sube exponencialmente y la sensación de miedo recorre el cuerpo de los defensores y el portero. Tienen dos esperanzas, que Cruyff falle en la definición, poco factible, o aguantarlo lo suficiente para que la ayuda llegue. Por último, hay que hacer mención a sus desmarques de ruptura. Cuando Cruyff se desmarcaba, el movimiento era tan claro que si los defensas, todos, no lo seguían, era la muerte, como, por ejemplo, le pasó a Argentina en aquél famoso gol.

Por otro lado, aparece la opción de Cruyff en la base de la jugada (ver vídeo desde el minuto 23). Antes de continuar es preciso recordar que Cruyff es el falso 9 del equipo y que, ante problemas que su colectivo afronta, se hace común verlo aparecer en la base de la jugada (La última jugada del vídeo es paradigmática en este sentido), bien para aclarar el pase, bien para ser el mismo quién ejecute la salida, ya sea como mediocentro, lo más normal durante el mundial (En el partido contra Argentina, Johan se pasa casi todo el partido como mediocentro y desde allí desborda y domina al rival), e incluso de líbero, sin desentonar nunca y siendo capaz de dominar el partido desde la base. Su zona de influencia era, sin exagerar, todo el campo.


Quiénes lo vieron jugar cada domingo dicen que detrás de esa forma de conducir el balón tan característica, como si estuviese bailando ballet, y sus acrobacias en el área, se escondía un futbolista dictatorial, que jugaba sólo cuando quería. La verdad de dicha acusación, sin embargo, produce indiferencia cuando el partido empieza y Cruyff se apodera de lo que ya era suyo, el fútbol.

Bendito malvado


Por Sergio_Vilariño

Cuando hablamos de jugador contextual queremos hacer ver al jugador cuya presenciaen el césped que explica el “todo”. Una referencia que marca el estilo de un colectivo, el ritmo es suyo y la consecuencia también.

En algunos casos, ese jugador no solo influye en su equipo (lo cual ya es indudable referencia de su categoría), sino en un partido entero. En algunos casos, es tal el nivel, la ascendecia del jugador, que influye sobre torneos, sobre épocas enteras.

Es por ello que este Mundial 74 es tan excepcional. Tenemos a dos jugadores de esos que marcan equipo, partidos, torneos y épocas. Y ambos se enfrentaron en la final del campeonato, de forma directa, ya que venían haciéndolo indirectamente, proyectando sus auras, desde el inicio de la competición. 

En el caso alemán, que es el que nos ocupa, ese hombre, ese jugador contextual, se llama Franz Beckenbauer y, adecuadamente, le apodan “El Kaiser”.

Beckenbauer nació al fútbol ocho años antes, comandando al lado de Wolfgang Overath el centro del campo del equipo de la RFA en el Mundial disputado en tierras inglesas. Es justo que el punto culminante de su carrera se produjese en similares circunstancias.

En 1966, el jugador del Bayern era un joven de 20 años, centrocampista de carácter ofensivo, que sorprendió al mundo con su despliegue box to box y su llegada al área contraria. Su marcaje (mutuo), al gran Bobby Charlton le hizo salir del Mundial como una figura global. Por aquel entonces, los líberos eran figuras de corte cavernario, jugadores sombríos y defensivos, a imagen y semejanza de lo que había construido Helenio Herrera en su Grande Inter. Pero Beckenbauer iba a encargarse de lavar la cara al puesto y adaptarlo a él. En el Bayern, el Kaiser Franz empezó a jugar en la línea de defensa, proyectándose hasta el medio del campo y más allá y llevando el mando de las operaciones siempre que pudiese. Ese “siempre que pudiese” poco a poco se convirtió en “siempre que quisiese”, y eso refleja su tremenda ascendencia en cualquier partido disputado por él.

Mientras en el equipo nacional Helmut Schön prefirió seguir optando por el más clásico líbero Willi Schulz (hasta después de 1970), Beckenbauer siguió compartiendo centro del campo con Overath (y Haller), lo que le sirvió para ir perfeccionando ese rol que, a partir del mundial mexicano, le permitía dominar ambas transiciones con total facilidad.


En la Euro 72, se había asentado ya como indiscutible cerebro y jefe del combinado nacional, pero el nivelazo presentado por Netzer le opacó, y durante ese año, Alemania era el equipo del rubio número 10, como ya hicimos referencia a comienzos de esta serie de artículos.

En el camino al Mundial del 74, Beckenbauer se hace con los mandos del equipo alemán. No solo dentro del campo, también en el vestuario, también en la prensa. Solo hay un líder, y ese es el Kaiser, que literalmente deslumbra durante la Copa del Mundo.

El sorteo del primer grupo le empareja con otros dos jugadores excepcionales en su puesto, Figueroa (Chile) y Bransch (RDA), pero el Kaiser brilla por encima de ellos y de cualquier otro líbero del campeonato. Su compenetración con Schwartzenbeck es casi telepática, fruto de muchos años compartiendo la franja central de la defensa del Bayern. Desde esa posición retrasada, Beckenbauer lanza medidos balones largos (ver vídeo), que baten líneas y dejan a sus extremos en posiciones inmejorables para montar una contra (ver vídeo). En defensa, qué se puede decir, un jugador no excesivamente rápido en distancias cortas, pero sí tremendamente intuitivo para los cambios de ritmo, para el posicionamiento y en el uno contra uno. Su defensa del contrataaque holandés llevado por Rep y Cruyff, donde está él solo contra ambos es un ejemplo perfecto: cabeza levantada, trote tranquilo, midiendo las distancias, amagos con el cuerpo. Rep tiene (¡debe!), esperar todo lo posible el momento de dar el pase a Cruyff que mate el partido, pero eso momento, robado por el timing de Franz, nunca llega. Maier y su extraordinaria capacidad en las salidas contra jugador hace el resto. Otro muestra también del nivel de compenetración o control de Beckenbauer con todos sus compañeros.

Su anticipación viniendo en carrera contra Cruyff y llegando a tiempo para ceder la pelota al portero en la primera parte de la final es otro buen ejemplo del compendio de virtudes defensivas que adornaban al Kaiser. 

Además de esto, Beckenbauer adelanta su posición muy a menudo para compartir la base de la jugada con Overath, en una variante tremendamente explotada por este equipo de la RFA. Su presencia en el medio del campo, permite la libertad de los hombres que circulan por la zona de free running e incluso Bonhof aparece por sorpresa en alguno de los costados. La RFA consigue así una abrumadora superioridad en el medio campo, solo compensada en este torneo por Holanda en la final (aunque acaban siendo arrollados también en esta franja del terreno).


Si desde la defensa, el capitán alemán es capaz de batir líneas con facilidad gracias a su toque de balón, lo mismo podemos decir cuando su presencia es en la base de la jugada o tres cuartos de campo. Además, Beckenbauer conserva cierta capacidad de desborde de su época como centrocampista ofensivo, y su disparo de lejos es muy bueno. Debemos añadir, y esta es una faceta que desgraciadamente no vimos en el Mundial, que llegado a tres cuartos de campo (la zona de aceleración, que se suele decir), sus combinaciones con Gerd Müller eran extraordinarias, especialmente sus paredes, capaces de desarbolar cualquier entramado defensivo. Y estamos hablando de un jugador no extremadamente habilidoso como “El Bombardero”. Este es otro mérito de Beckenbauer, hacer mejores a sus compañeros, maximizar sus virtudes. Es decir, el Kaiser, condiciona a su equipo y al contrario sea cual sea su posición en el campo (ver vídeo).

Por último debemos hablar del aspecto mental. Beckenbauer era un ganador, era un líder, un animal competitivo. El más grande de su época junto al número 14 al que se enfrentó en la final de Munich. Beckenbauer condicionaba también desde el nivel mental y así lo sufrieron auténticos diablos para otras defensas del campeonato como fueron Rep y Rensenbrink, Lato o Szarmach, o el mismo Ralf Edstroem. Cuando veían llegar al capitán germano, se apagaban las luces, se bajaba la persiana, y el balón desaparecía.

domingo, 19 de junio de 2011

Totaalvoetbal? Deutsches Karussell (II)




Por Sergio_Vilariño


SEPP MAIER #1

El Gato de Anzing llegaba a su tercer Mundial en el mejor momento de su carrera. Había estado en Inglaterra 66 como suplente de Hans Tilkowski y había sido el indiscutible guardameta titular en el Mundial de México. En el año 74, ningún portero alemán podía alcanzar su nivel, ni mucho menos discutir su titularidad. Top 3 mundial de la época junto al italiano Dino Zoff y (curiosamente), el holandés Jan van Beveren.

Su tremenda experiencia, ya que además de dos Copas del Mundo, había ya ganado la Recopa y una Copa de Europa con el Bayern, además de títulos naciones, le hacían un seguro a prueba de bombas en el combinado nacional. Era además uno de los capos del vestuario y su carácter contagiaba al equipo en los momentos más difíciles. Su duelo con el gran Ronnie Hellstrom en el partido contra Suecia y sus paradas contra Polonia fueron decisivas en el caminar hacia la luz del equipo durante la segunda fase. Obviamente, en la final demostró todas estas cualidades a la máxima potencia.

Su juego de pies nunca fue su fuerte, pero sí su uno contra uno, donde era un tremendo especialista. Esta faceta aportó seguridad a un equipo que en varias ocasiones se encontró en inferioridad numérica ante contraataques del equipo holandés. La pericia y coordinación entre Maier y Beckenbauer (otro de los puntos fuertes del equipo alemán), les ayudó a solventar estos difíciles momentos con mayor o menor facilidad.


BERTI VOGTS #2

Su tenacidad le valió el apodo de “El Terrier”, y pasó a la historia como capitán del Borussia Moenchengladbach. Este lateral derecho llevaba también dos ciclos mundialistas con el equipo nacional. No estuvo en el 66 por una lesión (a pesar de ello, viajó con la selección a Inglaterra), y ya fue una fuerza importante de la RFA en 1970.

Vogts disputó como titular los 7 encuentros del Mundial, era un peso pesado del vestuario y el principal nexo de unión entre los clanes de Moenchengladbach y Munich. Tal era su peso específico que, mientras Heynckes y Netzer (además de Wimmer o Kremers), eran desplazados del equipo, su puesto nunca peligró ni fue puesto en duda, y solamente el joven Bonhof pudo emerger del ostracismo al que acabó relegado el bando de Netzer.

En este campeonato, Berti será recordado como un especialista en marcajes individuales, aunque solo realizase dos en 7 partidos. Eso sí, decisivos ambos.

El primero de ellos, ya tratado, fue el que realizó al delantero de 19 años de la RDA Martin Hoffmann, no por lo decisivo en el marcador, sino por lo que supuso para el engranaje del equipo. ¿Quién sabe si sin esa marca individual, la RFA recuperaría la fluidez a tiempo?

El segundo, el más famoso, comenzó en desastre. En la final, Johan Cruyff le superó como un avión en el primer minuto de partido en su camino hacia el área, donde sería derribado por Holzenbein, consiguiendo así el penalti que adelantaba a los holandeses. Pero durante los restantes 89 minutos, Vogts sujetó a la perfección al mejor futbolista ofensivo del mundo, maniatando así muchas de las posibilidades ofensivas de la Naranja Mecánica. Tan bueno fue su trabajo que Cruyff, la auténtica dínamo del conjunto naranja durante todo el torneo, llegó a desaparecer del encuentro final, y durante diez o quince minutos retrasó su posición hacia la defensa huyendo del severo marcaje de Vogts. En cierto modo, un pedacito de la Copa Mundial, lo ganó El Terrier, con su vigilancia al legendario número 14.

Aparte de sus aptitudes para el marcaje individual, Vogts subirá la banda con cierto criterio (no muy a menudo), pero sí creando peligro en sus incursiones. Muy importante era su rol durante la fase ofensiva del equipo, cerrando atrás junto a Schwartzenbeck (o excepcionalmente Beckenbauer), con Bonhof por delante de ellos ejerciendo de ancla.

HANS GEORG SCHWARTZENBECK #4


“Katsche” era la potencia en la defensa germana. Inseparable compañero de Beckenbauer en la dupla central, llegaba a la cita mundialista consolidado como el mejor central alemán. Su compenetración con el Kaiser estaba fuera de toda duda, ya que venían jugando desde el 66 juntos en el Bayern y habían ganado la Euro 72 formando el centro de la defensa alemana.

Jugador que siempre será recordado como más físico que técnico, pero que ni mucho menos era cojo.  En este Mundial lo vamos a ver relativamente a menudo subiendo a medio campo, ofreciéndose a Overath o Bonhof y dando soluciones fáciles y efectivas a la circulación de balón, ya que su posicionamiento táctico es brillante. Además, sus llegadas al área contraria por pura potencia crearon bastante peligro, así como su peligro derivado de su excelente disparo de larga distancia. Estaba fresca la final de Copa de Europa contra el Atletico de Madrid (donde marcó un gol espectacular desde más de 30 metros), y su sola presencia en las inmediaciones del área generaba pánico y ventajas que sus compañeros podían aprovechar.


PAUL BREITNER #3
Seguramente uno de los jugadores que más reforzado salió de la Copa del Mundo. El “Abisinio” era uno de los jugadores más jóvenes de todo el plantel alemán (junto a Hoeness y Bonhof, curiosamente otros dos que dieron totalmente la talla en competición), y se confirmió como uno de los dos o tres jugadores más decisivos.

Ya había jugado muy bien durante la Eurocopa del 72, con apenas 21 años, y había ganado la Copa de Europa con el Bayern. Desde su posición de lateral izquierdo se proyectaba en ataque y creaba peligro constante, ayudando también a la creación de juego. Aunque su pico de juego seguramente llegue en este Mundial.

Breitner era un futbolista  genuinamente setentero: revolucionario, radical en sus concepciones, innovador…  Un lateral nacido para correr libremente a lo largo del rectángulo de juego. Con Schön, y partiendo de su posición natural y teórica de lateral izquierdo, Breitner avanzaba hasta el medio campo, a veces incrustándose en la zona de creación junto a Overath y Beckenbauer, ofreciendo un tercer jugador dotadísimo para el movimiento de balón. En los primeros partidos será muy habitual verle en esta zona. Además, su poderoso disparo desde lejos genera al equipo excelentes réditos en los partidos contra Chile y Yugoslavia, donde Paul marca con dos tremendos cañonazos.

Especialmente en la segunda fase, Breitner se desata, en parte por el nuevo entramado táctico de la RFA, y ya no solo le vemos habitualmente en la base de la jugada sino también ocupando el espacio del 10 junto a Hoeness, en una acumulación de talento tremenda ya que Beckenbauer y Overath andan por detrás de ellos. Mientras, Grabowski y Holzenbein se mantienen pegados a la cal, proporcionando alternativas distintas para abrir la lata del equipo contrario.

No es descabellado decir que, el despliegue de fútbol que Breitner realiza en este campeonato, está muy en el estilo del brasileño Junior en 1982 o actualmente Marcelo en el Real Madrid.

RAINER BONHOF #16

 El jugador más joven de los 22 que componían el equipo nacional y, seguramente, el que con su presencia permitió la mayor fluidez en el centro del campo. Como ya habíamos dicho, durante los primeros partidos del torneo, Helmutt Schön optó por Bernd Cullman como su mediocentro. Defensivamente, el equipo era una roca, pero el limitado Cullman no se asociaba de la mejor manera en la base de la jugada ni proporcionaba una salida limpia del balón llegado el caso.

Con la irrupción de Bonhof, la cosa cambia. El jugador del Borussia Moenchengladbach no solo iguala al veterano del Colonia en despliegue físico sino que le supera con creces en manejo de balón. Bonhof se convertirá en el “joker” del equipo, en el chico para todo. Desde su posición de mediocentro específico le vamos a ver operar por delante de la línea de defensa, cubriendo el espacio dejado por Beckenbauer o Schwartzenbeck en sus subidas (ejerce de hombre ancla en fase ofensiva, por detrás del Kaiser y Overath, que son quienes llevan la manija), liberando a Uli Hoeness de preocupaciones defensivas para que pueda ocupar y recorrer con más libertad ese “espacio del 10” sobre el que gira el juego de esta Alemania. Idem ocurre con Berti Vogts cuando este es encargado de un marcaje individual: Bonhof se encarga de cubrir los espacios dejados por el número 2 , y , no contento con ello, se proyecta por la banda derecha como ocurre durante la final (él da el pase del gol de Gerd Müller en una incursión por el ala derecha).


WOLFGANG OVERATH #12


 La gran estrella del Colonia es uno de los hombres capitales del equipo, a nivel futbolístico y a nivel humano. Llegaba a su tercer Mundial  tras unos años de retiro internacional, pero su vuelta hizo menos traumática la caída en desgracia de Netzer. Overath era uno de los hombres de confianza de Helmutt Schön, junto a Beckenbauer y Grabowski (sus tres veteranos de 1966).

El gran Wolfgang, con su número 12 a la espalda, había sido pieza clave del mediocampo alemán en Inglaterra y Mexico, cuando, teóricamente, ese mediocampo estaba formado por dos hombres (algo que no es así, ya que siempre va a haber un Haller o un Seeler que aparezca como tercer hombre). Ese “otro” hombre era Beckenbauer, con quien se entenía a las mil maravillas, como quedará demostrado una vez más en Alemania 74. Ahora ambos se unirán de nuevo en la base de la jugada, controlando el tempo del partido, batiendo líneas con su privilegiada visión de juego y combinándonse para ocupar el mayor espacio posible, ofreciendo todas las alternativas del momento. Si tenemos que quedarnos con una cualidad de Overath, esa es su rango de pase, raramente le veremos fallar un pase o equivocarse en una decisión, y es este entendimiento del fútbol lo que lo hace tan decisivo en este equipo.

Comenzó el Mundial un poco dubitativo, ya que el poco dinámico juego de la RFA no le favorecía, pero con la aparición del “free running” delante suya y a los costados (cortesía de Hoeness, Breitner, Grabowski y Holzenbein),  la figura de Overath se agiganta y el 12 de Colonia se erige como la auténtica torre de control del juego de Alemania. En parte, la asunción del “espacio del 10” como zona de libre utilización viene de la nueva concepción de su rol por parte de Overath, mucho más anclado en el medio campo, tratando de ofrecerse y dar la salida adecuada a cualquier situación en esa zona.

Además, es un jugador sacrificado en fase defensiva, y su trabajo sobre los brillantes Deyna y Van Hanegem/Neeskens formará parte de su excelente hoja de servicios durante esta Copa del Mundo.

ULI HOENESS #14

 Hoeness es la tercera pata de ese joven banco que tan decisivo fue para cambiar la cara a la triste Alemania de inicios de campeonato (Hoeness-Breitner-Bonhof). Como ya hemos descrito a lo largo de este artículo, en casi cualquier cambio, situación o movimiento decisivo de esta Copa del Mundo encontramos el nombre de Uli Hoeness.
Ya había sido parte importante del equipo ganador del Campeonato de Europa en 1972, pero en el 74 su importancia se revela capital.

Hoeness inicia el campeonato del mundo jugando en la banda izquierda del mediocampo que plantea Helmutt Schön, en ciertos momentos casi como delantero o extremo (posiciones en las que no se siente del todo cómodo). Cullman y Overath ocupan el centro de manera perenne, Grabowski la derecha y Hoeness la izquierda, mientras que Heynckes y Müller, dos goleadores consumados, tratan de entenderse arriba.

En este contexto, el fútbol (extremadamente dinámico), de Hoeness se encuentra capado. Debe circular sobre raíles y ello hace que su nivel se resienta y que el equipo lo note. Alemania es desde el comienzo del campeonato un equipo encorsetado y bastante predecible.

Con el cambio de sistema, Hoeness vuelve a la vida. Ocupa la posición de volante junto a Overath y, mientras este suele retrasarse para ocupar la base de la jugada, Hoeness es la quintaesencia del “free running”. Ocupa espacio en la “zona del 10”, se ofrece, galopa con la pelota, permuta con Grabowski y con Flohe o Herzog (no tanto con Holzenbein), enlaza a la perfección con el hasta entonces aislado Gerd Müller, es la unión entre ambas transiciones y, en definitiva, es la dinamo del equipo alemán.

En términos actuales diríamos que Hoeness se mueve libremente a lo largo de la “línea de tres” (en un hipotético 4-2-3-1). Además, su entendimiento con Bonhof nos deja algunas jugadas en las que Hoeness ocupa el rol del jugador del Moenchengladbach, siendo este el que aparece en ataque , creando la confusión entre los rivales (el partido ante Polonia es el mejor ejemplo), y pudiendo ensayar su poderoso disparo a puerta con más libertad.

JURGEN GRABOWSKI #9 y BERND HOLZENBEIN #17

Así, como un solo hombre, vemos a los extremos de esta Alemania 74. Aunque los caminos que siguieron ambos durante el torneo fueron bastante diferentes, su contribución al éxito final fue importante. Los extremos del Eintracht de Frankfurt permitieron con su magnífico juego pegado a la cal, la generación del espacio necesario para que el centro del campo alemán respirase y superase a sus rivales.

Grabowski era ya un veterano curtido en mil batallas en 1974, con dos Copas del Mundo a sus espaldas. Ya no era el jugador extremadamente veloz de antaño (su Mundial del 70 es tremendo pegado a la cal. Recordemos su entrada contra Inglaterra, donde destroza a Terry Cooper y es clave en la remontada germana), pero su capacidad de desborde todavía le mantenían como un jugador útil para el seleccionador. Comenzó el Mundial jugando en mediocampo, ocupando la zona derecha, pero desde ahí su juego se perdía, ya que estaba muy alejado de su único objetivo, que era la línea de fondo. Tan atrás, Grabowski perdía mucha eficacia, ya que tampoco era un jugador brillante en la asociación. Sin embargo, cuando Schön quita a Heynckes y Grabowski vuelve a encontrarse en su hábitat natural, como extremo derecho, el jugador del Eintracht, vuelve a ver la línea de fondo con regularidad, y desborda a sus rivales más por habilidad que por velocidad. Ruud Krol puede dar fe de ello, ya que lo sufrió en sus carnes durante toda la final del Mundial.

Holzenbein era todo lo contrario a Grabowski. Llegaba a su primera Copa del Mundo y le costó hacerse un hueco como titular en el equipo. Pero cuando lo hizo en la segunda fase, se convirtió en capital por su capacidad para abrir el campo, su desborde (tanto hacia adentro como hacia afuera), y su entendimiento con Paul Breitner. Quizá el aspecto más destacado de su juego fuesen esas diagonales izquierda-derecha que le permitían generar incertidumbre en la defensa contraria, manteniendo a su marcador pendiente de él y también manteniendo la atención de uno de los dos centrales, aliviando así a Torpedo Müller.





GERD MÜLLER #13



El goleador por antonomasia  del fútbol europeo de la época. Quizá el menos alemán físicamente de todo el equipo. Müller nunca fue un portento a nivel técnico, además físicamente llamaba la atención por poseer una estructura corporal un tanto peculiar. Tenía piernas cortas, un tronco rechoncho y no era lo suficientemente alto.

Sin embargo, era un futbolista tremendamente inteligente, con un sentido del posicionamiento bárbaro y sobre todo, con olfato.

A pesar de lo que hemos dicho de su técnica, Müller sí dominaba convenientemente el arte del control: siempre era capaz de recibir la pelota y dejarla en posición ideal para su remate. Posición ideal para él, que era capaz de rematar en posiciones anormalmente bajas o desequilibradas, merced a su potente tren inferior y su bajo centro de gravedad. Ello además le permitía realizar giro inverosímiles, capaces de dejar clavado al mejor defensor, y sprintar en distancias cortas con la suficiente intensidad como para llegar una décima de segundo antes que su marcador, meter la pierna y anotarse una nueva muesca a su rifle. Era la inteligencia en el área hecha futbolista.

A este Mundial Müller llegaba en el punto más álgido de su carrera, ya había disputado uno, consagrándose, como ya era habitual para él, máximo goleador del torneo, y también había ganado la Euro 72 con goles decisivos por su parte. Así que en Alemania 74 se espera otro aluvión de goles por parte de “Der Bomber”. No fue ni mucho menos así, ya que los primero encuentros fueron duros para Müller, que no se entendía en el doble 9 con Jupp Heynckes (ambos había jugado juntos en el 72, pero Heynckes jugaba caído en banda), y se veía desasistido sin la figura de Gunther Netzer ocupando el medio campo. Cuando Schön por fin solucionó esto, Müller comenzó su recital, no solo con goles (decisivos sus  tantos a Polonia y Holanda), sino también de movimientos en área, de fijación de centrales, de venir incluso a ocupar en algunos momentos el “espacio del 10” abriendo así espacio para las diagonales de Grabowski y Holzenbein. En definitiva, del Torpedo Müller más completo que se había visto hasta la fecha.