sábado, 25 de agosto de 2012

La escuela de la tortuga



Si se hiciera una encuesta entre todos los varones de la generación Y, compuesta por todos aquellos nacidos entre 1982 y 1995,  preguntando por los programas de televisión que marcaron su infancia, una gran mayoría incluiría a Dragon Ball, y sus derivados, en el top de la lista. La serie narraba las aventuras de Gokú, un niño con poderes sobrehumanos, amante de las artes marciales y que acompañado por sus inseparables amigos exploraba el mundo buscando artilugios mágicos llamados “Dragon Balls”. Dentro de su travesía, Gokú encontraría multitud de enemigos que, o bien querían las Dragon Balls para fines malvados, o buscaban la dominación del mundo, la galaxia o el universo. Para hacer frente a todos esos desafíos Gokú debía entrenarse constantemente con los más grandes maestros de artes marciales del universo, y su primer maestro fue Muten Roshi, de la escuela de la tortuga.

Hoy, en una realidad distinta a la del mundo de Dragon Ball y sus tortugas y dragones parlantes, existe una nueva escuela de la tortuga. Lejos de ser un estilo de artes marciales, la escuela de la tortuga de la que hablo es un equipo de fútbol, que juega en la Liga BBVA y esta semana debutó en Europa buscando un lugar en los grupos de la prestigiosa Champions League. El Málaga FC, ya sin el liderazgo institucional de un rey midas, sino de un jeque cuerdo y de bolsillo corto, y sólo movido por la batuta futbolística de Manuel Pellegrini y sus futbolistas, vive momentos críticos mientras lucha por no morir institucional y de seguir creciendo deportivamente con un equipo imperfecto, en el que niños tienen que suplir los lugares que hombres dejaron, ya sea porque se fueron o porque nunca llegaron.



En ese contexto asoma la figura imperial Jérémy Toulalan, el mediocentro con caparazón. El francés, que es el mejor jugador del Málaga, recuerda con su carismático lenguaje corporal, a juego con sus ya famosas canas, al Maestro de Gokú que siempre andaba con un caparazón en la espalda. Toulalan, a diferencia del mítico centrojás de andar erguido, juega encorvado, casi dando el aspecto de estar cansado desde el minuto 1.  A pesar de ello, Jérémy, caparazón invisible en la espalda, vuela para cubrir los huecos que los niños del Málaga, y el adulto cansado con alma de duende y corazón de niño, dejan. Como una barrera infranqueable, que está en todos lados y contra la que todos chocan, Toulalan recupera balones en el centro del campo, finiquita ataques rivales, a veces con sólo posicionarse y mirar, y le da empaque y seriedad a un equipo que juega bien, es vistoso, pero no asusta a contrarios en su área, sino que asusta a aficionados en la propia, Willy Caballero aparte.

Desde luego, Jérémy no es sólo el gran argumento defensivo de su equipo, sino que es uno más dentro del barroco juego que propone Pellegrini, en el que quién tiene la pelota piensa mientras se mueve “lento”, y todos los demás se mueven muy rápido. El exLyon agarra la pelota y decide con ella, es hombre activo de la circulación sinfín de los blanquiazules y es, sobre todo, la figura que los junta a todos.



El Málaga de la escuela de la tortuga ha ganado en los dos partidos que ha jugado hasta la fecha. Los niños Francisco Román, Francisco, Diego, Fabrice, Juan Miguel, Ignacio y Joaquín juegan y viven felices con sus espaldas cubiertas, sabiendo que Toulalan siempre estará allí. Los problemas de gol y profundidad, causados por no tener un 9 de verdad, los van a alejar de objetivos superiores. Pero ahí están. Juegan.

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