Si se hiciera una encuesta entre todos los varones de
la generación Y, compuesta por todos aquellos nacidos entre 1982 y 1995, preguntando por los programas de
televisión que marcaron su infancia, una gran mayoría incluiría a Dragon Ball,
y sus derivados, en el top de la lista. La serie narraba las aventuras de Gokú,
un niño con poderes sobrehumanos, amante de las artes marciales y que
acompañado por sus inseparables amigos exploraba el mundo buscando artilugios
mágicos llamados “Dragon Balls”. Dentro de su travesía, Gokú encontraría
multitud de enemigos que, o bien querían las Dragon Balls para fines malvados,
o buscaban la dominación del mundo, la galaxia o el universo. Para hacer frente
a todos esos desafíos Gokú debía entrenarse constantemente con los más grandes
maestros de artes marciales del universo, y su primer maestro fue Muten Roshi,
de la escuela de la tortuga.
Hoy, en una realidad distinta a la del mundo de
Dragon Ball y sus tortugas y dragones parlantes, existe una nueva escuela de la
tortuga. Lejos de ser un estilo de artes marciales, la escuela de la tortuga de
la que hablo es un equipo de fútbol, que juega en la Liga BBVA y esta semana
debutó en Europa buscando un lugar en los grupos de la prestigiosa Champions
League. El Málaga FC, ya sin el liderazgo institucional de un rey midas, sino
de un jeque cuerdo y de bolsillo corto, y sólo movido por la batuta
futbolística de Manuel Pellegrini y sus futbolistas, vive momentos críticos
mientras lucha por no morir institucional y de seguir creciendo deportivamente
con un equipo imperfecto, en el que niños tienen que suplir los lugares que
hombres dejaron, ya sea porque se fueron o porque nunca llegaron.
En ese contexto asoma la figura imperial Jérémy
Toulalan, el mediocentro con caparazón. El francés, que es el mejor jugador del
Málaga, recuerda con su carismático lenguaje corporal, a juego con sus ya
famosas canas, al Maestro de Gokú que siempre andaba con un caparazón en la
espalda. Toulalan, a diferencia del mítico centrojás de andar erguido, juega encorvado,
casi dando el aspecto de estar cansado desde el minuto 1. A pesar de ello, Jérémy, caparazón
invisible en la espalda, vuela para cubrir los huecos que los niños del Málaga,
y el adulto cansado con alma de duende y corazón de niño, dejan. Como una
barrera infranqueable, que está en todos lados y contra la que todos chocan,
Toulalan recupera balones en el centro del campo, finiquita ataques rivales, a
veces con sólo posicionarse y mirar, y le da empaque y seriedad a un equipo que
juega bien, es vistoso, pero no asusta a contrarios en su área, sino que asusta
a aficionados en la propia, Willy Caballero aparte.
Desde luego, Jérémy no es sólo el gran argumento
defensivo de su equipo, sino que es uno más dentro del barroco juego que
propone Pellegrini, en el que quién tiene la pelota piensa mientras se mueve
“lento”, y todos los demás se mueven muy rápido. El exLyon agarra la pelota y
decide con ella, es hombre activo de la circulación sinfín de los blanquiazules
y es, sobre todo, la figura que los junta a todos.
El Málaga de la escuela de la tortuga ha ganado en
los dos partidos que ha jugado hasta la fecha. Los niños Francisco Román,
Francisco, Diego, Fabrice, Juan Miguel, Ignacio y Joaquín juegan y viven
felices con sus espaldas cubiertas, sabiendo que Toulalan siempre estará allí.
Los problemas de gol y profundidad, causados por no tener un 9 de verdad, los
van a alejar de objetivos superiores. Pero ahí están. Juegan.
Sólo diré dos palabras: Me Gusta
ResponderEliminar@ Anónimo
ResponderEliminarMuchas gracias.