La situación previa al partido era una
trinchera mediática. Mourinho, general, durante toda su carrera ha sido lo
suficientemente listo para crear enemigos comunes y generar así unión, no sólo
entre el grupo de jugadores y entrenadores, sino entre jugadores, cuerpo
técnico, directivos y afición. La fórmula había sido repetida hasta la saciedad
por el portugués, siempre con fantásticos resultado; Sin embargo, José,
observador, atisbó que esta vez había algo diferente. No se trataba de los
malos resultados, qué también, sino de las sensaciones producidas en las cuatro
presentaciones en Liga. “No tenía equipo” y algo necesitaba hacerse. John F.
Kennedy, quizás, se encontró a sí mismo en una situación familiar hace 50 años.
Su solución fue una lapidaria frase que pesaría en la conciencia colectiva
estadounidense por muchos años: “My fellow Americans, ask
not what your country can do for you, ask what you can do for your country ”. Mourinho, parcialmente, optó por lo mismo. Habló de compromiso, de determinación y de espíritu
colectivo. En realidad se expresó sobre la falta de los mismos. En otras
palabras, Mourinhó invitó a sus jugadores a preguntarse no lo que su equipo
puede hacer por ellos, sino lo que ellos pueden hacer por su equipo. Lo hizo
públicamente, además, como aviso de que la Guerra Fría 2012-13 había comenzado.
Más allá de los valores comunicativos, psicológicos y motivacionales,
José también movió fichas en el campo. Su equipo no está pensando y, peor, no
está haciendo pensar. Están acelerados, nublados y, además, les falta
intensidad. Los malos resultados conllevan a la histeria y había que
protegerse. Ante el City el portugués optó por alinear un inédito 4-3-3 que en
realidad era un 4-5-1, asimilando lo que Alex Ferguson hacía cada vez que quería
el control emocional del partido y derribar al rival desde amenazas que podían
materializarse o no. Ferguson contaba con Cristiano Ronaldo y Mourinho también.
Casillas; Arbeloa, Pepe, Ramos, Marcelo; Xabi, Khedira, Essien, Özil, Modric;
Cristiano Ronaldo. A la Guerra se va con tanques.
El desarrolló del partido fue el previsto. Desde el triángulo del
mediocampo y los dos falsos extremos, el Real Madrid bajó las pulsaciones de su
ataque y se obligó a sí mismo a pensar más, a pesar de ser menos dañino. No lo
necesitaba. Con Cristiano Ronaldo cubriendo todo el ancho del ataque y estando
tan cerca del área, y por ello de la acción de gol, el rival entraba en pánico
por todo lo que podría o no ocurrir, y como el discurso sopesado del Madrid no
sólo exigía que ellos pensaran, sino que el rival también debía hacerlo, todo
confluía para que el equipo de Mancini cayera en el error en cualquier momento.
Así fueron ocurriendo cada una de las acciones de los goles que decantaron el
partido a favor de la casa blanca. El Real Madrid del caparazón y los misiles,
que se protege con el balón y amenaza con ojivas nucleares made in Madeira, no
es el mejor Real Madrid, pero, para la guerra lenta que se ha de luchar contra
la mente propia y ajena, es el mejor Real Madrid que podía alinear Mourinho en
la situación de extrema crisis.
El 3-0 fue justo y lapidario; fresco y renovador. Fue un partido de
ensueño. No, en serio, fue un partido, literalmente, de ensueño porque no ha
ocurrido y quizás no ocurra, pero no hace falta desear ser Mourinho y decir que
si yo fuese él haría esto mañana contra los citizens. Y digo que no hace falta
porque, seguramente, Mourinho lo piensa y lo hará, aunque puede que no sea en
nuestro universo y que les toque disfrutar a los de alguna de nuestras
realidades paralelas.