jueves, 19 de agosto de 2010

El Alfa, el omega y la poesía




Ayer no fue un día cualquiera.  El 18 de agosto de 2010 fue el día en que el alfa, el omega y la poesía confluyeron para que nosotros, todos los amantes del balón, disfrutáramos de la belleza del fútbol.  Fue un día mágico.

Primero fue el alfa. A primeras horas de la tarde sudamericana, sintonicé, sintonizamos muchos en un acto unísono de pasión, la TV para escuchar el bellísimo himno de la Uefa Champions League retumbar, no sólo en nuestros oídos, sino también en nuestros corazones ávidos de gloria. Sin importar que partidos nos preparásemos para ver, lo verdaderamente importante ya había pasado: Había dado inicio la Champions League.

Personalmente, poco me importaban los destinos del Sevilla o el Anderlecht. No. Yo estaba allí esperando con ansía, como niño pequeño, y Twitter es testigo de ello, la vuelta de Antonio Cassano a la máxima competición europea. Antonio, ese poeta maldito que llenó de inmensidad los campos de toda Italia, además de formar una inmortal sociedad con Francesco Totti y cuyo último gol en Champions League, con la narración italiana de fondo que embellece más el gol, es sencillamente mágico, regresaba a la élite y, aunque su equipo decepcionó, Antonio sabe que todo está en sus pies para la vuelta. Sólo el embrujo de sus botas puede cambiar el rumbo de “La Samp”.

Y luego llegó el omega. La final de la Libertadores, que ha vuelto, poco a poco, a su nivel, tras un par de temporadas bochornosas, significó el fin de unos siete meses de puro fútbol, sueños y goles. Se enfrentaban el Inter de Porto Alegre contra las Chivas de Guadalajara con un Beíra Río enmudecedor de fondo, y con cosas que sólo pasan bajo la mística del torneo: Himnos cortados, rebeldes que se escapan del himno rival y prefieren calentar, sangre en el campo y gorros de baño Speedo como solución al problema, tangana al final, perdedores que en un principio se niegan a subir y recibir la medalla, y mil fotografías más que llenan de leyenda cada edición de la copa. Inter fue campeón, pero la cúspide de la noche fue el tercer gol.

En Inter juega Giuliano Victor Da Paula, un duendecillo brasilero que parece sacado de un cuento de hadas con la misión de enjoyar el terreno de juego. Movimientos de bailarín combinados con una ejecución purista del fútbol. Giualiano está envuelto por un halo mágico, el halo de los grandes. A falta de un minuto recibió el balón casi en la frontal, levantó la cabeza y dibujó una jugada monumental. Avanzó con ese ritmo infernalmente lento, yendo de muy lento a lento, sobrepasó a dos jugadores con su gambeta, y antes de la llegada del tercer defensor y del portero, le dio un toquecito al balón, levantándola sutilmente, casi como si estuviera pasando el balón a la red, para marcar uno de los goles más bonitos que recuerde en una final. Poesía.

4 comentarios:

  1. Me gusta mucho tu manera de escribir y de vivir el fútbol: reina el romanticismo. ¡Qué talento tiene Cassano!... y Totti, creo que mi jugador favorito que no haya vestido la camiseta del Valencia. Giuliano es otro de los tocados por la varita mágica, su fútbol hace relamerse a los aficionados más puristas. No me canso de ver el gol, de una factura bellísima.

    ResponderEliminar
  2. @ Hoeman

    Muchísimas gracias. Cada halago es una inyección de ánimo. Gracias.

    Totti - Cassano es algo que todos deberíamos ver alguna vez. Fútbol muy, muy poético.

    De Giualiano... Tiene el don del fútbol y la estética. Parece un bailarín de Ballet. Pausa, acelero, desacelero, acelero, pausa. Genial.

    ResponderEliminar
  3. Qué gran descubrimiento tu blog, Kundera; tendrías que hacer algo más de publicidad, que si no llega a ser por Ecos uno ni se entera... ;)

    ¡Un abrazo y muchos ánimos, que esto pinta fenomenal!

    ResponderEliminar
  4. @Kj

    Gracias, y lo mismo. Tu blog también es muy bueno, aunque entiendo que es un espacio bastante más personal que lo que aspiro yo que sea esto.

    Un abrazo y gracias por los ánimos!

    ResponderEliminar