domingo, 19 de junio de 2011

Totaalvoetbal? Deutsches Karussell (I)

Por Sergio_Vilariño


Cuando el  7 de julio de 1974 los once jugadores titulares del equipo de la RFA saltaron al césped del Olympiastadion de Munich para dirimir la supremacía mundial con el superfavorito equipo de Holanda, los componentes del equipo nacional germano llegaban como los hombres que venían de superar una enorme travesía por el desierto. Así se mostraron durante la final, inasequibles al desaliento, negándose a morir en la orilla de El Dorado.

Alemania Federal, como nación anfitriona, era sin dudas una de las grandes favoritas para alzar el nuevo trofeo de campeón del mundo. Así la presentaban todas las apuestas al inicio del campeonato. Un grupo cohesionado, compacto, con talento y que, en muchos casos llevaban dos ciclos mundialistas jugando juntos.

Además, el equipo mostraba la Eurocopa ganada en 1972 como credencial. Fue este un torneo en que Alemania fue un auténtico vendaval. Amparado en hombres del Bayern Munich y del Borussia Moenchengladbach, el conjunto de Helmutt Schön pasó por Wembley como un ciclón, con un fútbol tremendamente rápido, de permuta de posiciones, con una potencia física bárbara y con una despensa de talento absolutamente avasalladora. Por aquel entonces, Beckenbauer era ya un jugador de élite mundial totalmente consolidado. Había creado una posición para sí mismo, y dominaba partidos (a nivel nacional, europeo o mundial, de clubes o de selecciones), desde su interpretación del rol de hombre libre. Pero, y esto será capital durante el desarrollo de la Copa del Mundo, “el hombre” durante ese año 72 no era el Kaiser.

Ese hombre era un centrocampista total, de melena rubia, potente zancada y visión periférica que había llevado al Borussia Moenchengladbach desde las catacumbas hasta la cúspide del campeonato germano y que, tras años a la sombra de Wolfgang Overath, aprovechó el retiro internacional momentáneo del líder del Colonia para liberar su enorme torrente de fútbol también con el equipo nacional. Así pues, esta Alemania era el equipo de Gunther Netzer.

A lomos del excepcional número 10, la RFA dominó su grupo clasificatorio y se paseó en la fase final disputada en Bélgica. Todo ello culminado con el aplastamiento de la poderosa defensa soviética en la final de Bruselas.  3-0, y el Kaiser levantando la Copa Henri Delaunay en el palco de Heysel. Pero, como ya dijimos, la gloria pertenecía a Netzer.

Y Netzer cometió un error: fichó por el Real Madrid, vino a España, y se sometió a los entrenamientos, a todas luces más ligeros,  de la Liga Española. Ello, su bajón físico y la vuelta de Overath para disputar el Mundial en casa, acabaron con la Alemania más brillante que se haya visto en terreno de juego.

Con estos antecedentes, cuando el Mundial comenzó, el equipo de Alemania Federal seguía buscando recuperar la “magia” que habían esparcido por los terrenos belgas. Y cuando decimos Alemania Federal queremos decir  Bayern Munich+ Borussia MG (con algún añadido), porque el núcleo duro de la selección eran ellos.

Schön trató en la primera fase de acomodar a las figuras de ambos conjuntos en el mismo once. Así, ante Chile y Australia en los dos primeros partidos, saldados con poco convincentes victorias, tenemos a Maier, Beckenbauer, Schwartzenbeck, Breitner, Hoeness y Müller por parte del Bayern y a Vogts y Heynckes por parte del Moenchengladbach. La presencia de Overath, un centrocampista muy completo y uno de los hombres de confianza de Schön, junto a los motivos antes citados, dejaba a Netzer en el banco. Grabowski, otro hombre de Schön, con enorme experiencia y Cullman, un mediocentro muy académico (físico, de pase corto, y poco tendente a tomar riesgos), componían el equipo.

Equipo espeso, lento, y al que sólo chispazos individuales salvaban de resultados comprometidos. A todas luces, ese 4-4-2 que planteaba el entrenador alemán estaba muy lejos del 4-3-3 tremendamente fluído, que le permitía ocupar espacios, realizar transiciones rápidas y, sobre todo, presionar relativamente arriba, que la RFA había presentado en Bélgica 72.

Contra la RDA el asunto fue aún peor, ya que el partido terminó en derrota. Pero, desde un punto de vista estrictamente personal, creo que fue el encuentro que mostró el camino para que la RFA volviese a la senda que les hizo temibles. Schön  envió a Berti Vogts a un marcaje individual sobre el brillante y joven delantero de la RDA Martin Hoffmann. (ver vídeo). La permanente movilidad de Vogts llevó al equipo a abandonar ese rígido y teórico 4-4-2, y es en este encuentro cuando vemos por primera vez en el torneo a una RFA realmente fluída. Dado que Vogts abandona su posición de lateral derecho, la defensa suele estar compuesta por 3 hombres, generalmente uno de los centrales más Cullman (que hace coberturas) más un tercer jugador que puede ser Breitner (en posición teórica de lateral izquierdo) o Hoeness (que cubre la zona del carril derecho).



En el centro del campo, Overath toma la manija, a veces acompañado por Beckenbauer, a veces con Schwartzenbeck ofreciéndose.  Breitner comienza también a incrustarse en la base de la jugada, aunque no tan a menudo como hará en los últimos partidos del campeonato. Idem para Hoeness. Grabowski desarrolla su clásico juego pegado a la banda que tan beneficioso resultará en el futuro combinado con las diagonales hacia adentro del todavía suplente Holzenbein. Müller sigue siendo una boya en ataque.

El punto más interesante en este partido quizá sea la presencia de Heinz Flohe, el mediapunta del Colonia, un jugador de mucha técnica y llegada desde segunda línea, y de un tremendo físico. Este jugador es la alternativa que presenta Schön en este campeonato al disminuido Netzer. Y es él quien ocupa la teórica posición del 10. Los resultados no son brillantes, pero mejora muchísimo la asociación de la selección en tres cuartos de campo, y hace que las permutas sean más naturales, con Uli Hoeness haciendo un trabajo realmente impresionante. Tan pronto cubría la banda derecha dejada por Vogts, como aparecía en posición de extremo zurdo abriendo el campo, o tomaba el mando de las operaciones en la posición del 10 mientras Flohe se dejaba caer a la zona izquierda.

El del Colonia no volverá a ser titular, pero cuando Schön necesite cerrar el campo, o más capacidad de circulación de la pelota, ahí aparecerá Flohe desde el banquillo (partidos contra Yugoslavia y Suecia). 

Quizá sea en este partido cuando Schön se dé cuenta de que, sin Netzer, y con Overath acomodado ya a la base de la jugada, el espacio teórico del 10 no debe ser ocupado. Debe ser un espacio de circulación, un lugar sobre el que giren jugadores y pelota. Si se me permite la expresión: una rotonda balompédica. Lo que veremos en esa zona, ahora desocupada, durante los siguientes partidos lo podemos definir como “free running”.

El veterano entrenador germano va a desarrollar este concepto en la segunda fase. Va a ampliar el espacio de circulación abriendo el campo con extremos puros como Grabowski, Holzenbein o Herzog (aunque el del Fortuna Dusseldorf dio un rendimiento paupérrimo en los partidos contra Suecia y Yugoslavia). Esta aparición de los extremos puros también marcó el cambio hacia el 4-3-3 (un tanto mentiroso), que tantas alegrías había dado. En la posición teórica de mediocentro aparecía ahora el jovencísimo Rainer Bonhof, un jugador mucho más dinámico que Cullman y con un trato de balón bastante superior al del jugador del Colonia. En la posición de interiores, Hoeness y Overath, uno con tendencia a ocupar ese espacio del 10 libre, y otro a ocupar la base de la jugada.

La defensa, conformada por los 4 habituales (Vogts-Beckenbauer-Schwartzenbeck-Breitner), veía como algo habitual ver a uno de los dos centrales compartir la base de la jugada con Overath (obviamente mucho más habitual el Kaiser), y a Breitner proyectarse hacia esa misma zona y a la posición del 10, algo inaudito.

Con esta manera de jugar, y a pesar de que el vestuario está cada vez más resquebrajado (problemas internos por el tema de las primas, Breitner que está a punto de abandonar la concentración, etc), Alemania se maneja para ganar los tres partidos de la segunda fase, superando incluso a uno de los más brillantes conjuntos del torneo, como es Polonia, en un partido que nos deja otro guiño táctico que refleja cuán avanzado es este Mundial. En un campo anegado, y ante una Polonia muy agresiva, la RFA pone en práctica durante la segunda mitad una especie de “salida lavolpiana”, muy rudimentaria, pero que le permite sacar la pelota más o menos con claridad ante las dificultades a las que se ve sometida. 


El camino a la final, pues, no fue de rosas, sino de lucha, problemas y soluciones, llegando al 11 que disputó el último partido, a esos  11 hombres que, repasaremos a continuación y que dieron la segunda Copa del Mundo a su país.

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